...y el día llegó.

Llegó y ahí me encontró esperándolo. Lo miré de frente y sin titubear le dije que no me intimidaba, me dijo que era el gran día y que no significaba sólo 24 horas sino 5 años de universidad, le dije que lo sabía, pero que no le temía.

Y entré en el auditorium y la comisión de profesores, jefa de carrera incluída, ya estaba ahí. Y mi madre política hacía uso de su hobbie de decorar con flores la estancia y vasos de cachantún y platitos con galletas tip-top y bombones caros comprados en Falabella (con la tarjeta en 3 cuotas) ya se encontraban dispuestos a ser devorados.

Y entonces el presidente me leyó el acta del exámen de grado y me dio el pase. Y expuse el tema como nunca y al detenerme y salir de la sala (para dejar deliberar a la comisión el otorgarme el título o no) me sentía tranquilo, mis axilas nadaban en un mar de antitranspirante y mi cuello expelía un agradable aroma a Zara men.

Y me reuní con la lucre y su mamá, que ya empezaba a abrazarme y felicitarme, y entonces el presidente me llamó y entré nuevamente al auditorium, y me felicitó y dijo que mi nota de exposición era un siete (en Chilito "7" es la máxima evaluación), que en relidad no les había costado mucho a la comisión tomar la desición. Me felicitaron, jefa de carrera incluída, y por ese minuto fui la guinda de la torta, la comisión se fue y me quedé junto a la lucre (tanto le debo a la lucre) y a su madre pensando en la importancia de este paso. Sobre mi cabeza unas frases formadas por estrellas me decían bienvenido al mundo profesional y yo, como guiñandoles un ojo y gsticulándoles les respondí, gracias, pero sigo siendo sólo un hombre...