UNA VALIENTE COBARDIA...

El suicidio de la joven Pamela Pizarro el pasado Jueves 23 de Noviembre sin duda conmocionó al país. No quizás por el suicidio en sí, sino más bien por la génesis que concluyó en su autoeliminación. Todo el mundo se pregunta el porqué los profesores no hicieron nada ante las agresiones de sus compañeras, porque la directora, ante la pregunta de que piensa sobre los tirones de pelo haya contestado que “se trata de situaciones normales en todo colegio”. Yo no sé que pensar, me cuesta aceptar que niñas de 13 años sean tan violentas con una compañera que por lo que dicen sus conocidos, amigos y padres, no se metía con nadie, tenía buenas notas y llamaba la atención por su belleza. La justicia poco hará con ellas, el cargo de conciencia se encargará de ello. Incluso todo esto da para guión de película B de terror adolescente. Y fue exactamente este caso el que despertó en mi memoria un recuerdo sombrío y con un tremendo flash back me hizo revivir lo que a lo lejos viví en 1993. Yo cursaba séptimo básico en un colegio de San Bernardo, en Octavo había una niña que deslumbraba con su belleza, tenía buenas notas, un montón de admiradores y todo la vida por delante, nadie podría haber imaginado que su mente estaba atormentada o que ella, en lo profundo de su alma, ya no quisiese seguir viviendo. Cuando volvimos de las vacaciones de invierno nos enteramos. Obviamente sus compañeros supieron en el momento, asistieron al funeral y le dejaron flores en la tumba. Como mencioné, el tema lo viví de lejos, como el simple alumno de un curso menor que no la conocía personalmente. Pero a pesar de eso, de que no la haya conocido personalmente, ante noticias como la de la joven Pamela, la escena vuelve a aparecer ante mis ojos, como un frío torrente de agua en mi espalda de niño de 12 años. El caso de mi compañera de colegio incluso fue reporteado por Informe Especial como parte de un capítulo llamado “Suicidios Adolescentes” o algo así.
No es mi única cercanía con el suicidio. De hecho en una regada conversación con un primo, éste me confesó que la gastritis severa que sufrió hace un par de años se debió realmente al medio litro de parafina con el que acompañó un par de pastillitas azules. Una vecina de mi edad, un sábado de verano decidió terminar con su vida tomando 70 tabletas de diazepam. No lo logró. Sobrevivió y se convirtió en una especie de leyenda viviente en el pasaje.
El tema del suicidio llama la atención en los adolescentes, no podemos negar que es una especie de “moda”, conocidos son los casos de personajes que anuncian su autoeliminación a través de blogs y fotologs creando un efecto mediático no menor. Quizás no sea este el caso de Pamela, y efectivamente corresponda al escape a una depresión severa en la que se encontraba producto de las agresiones de sus compañeras, tal como lo afirman los especialistas. Sin duda eso no lo sabremos, la protagonista y única conocedora se ha ido y para no volver.
Unos podrán decir que eliminarse es una cobardía por evitar los problemas y no hacerles frente, otros aseveran que es un acto de valentía al decidir de una vez no volver más, en lo personal creo que es una valiente-cobardía, una forma decidida de dejar todo, pero cobarde por no haber intentado buscar soluciones.
Un día mi madre me comentó que ella temía que yo me autoeliminase en mi adolescencia debido a los constantes problemas que tenía con mi papá. Es verdad eso de los problemas pero nunca intentaría matarme, lo que siempre más he querido es vivir, además no soy tan valiente como para intentarlo, …o cobarde, después de todo eso depende del punto de vista…