Monday, January 12, 2009

Caluroso Amanecer

(Imagen Publicada originalmente en http://institutosaj.blogspot.com/)

Desde esta terraza no todo se ve tan aterradoramente pequeño. Salvo un par de vehículos estacionados y uno que otro parroquiano esperando el Transantiago, lo demás mantiene sus dimensiones. Creo que el diminuto soy yo. El que se pierde en la nada que lo es para él todo. Insecto reptante de escaso valor coprofágico.
El sol me molesta más que los días en que volvía de Viña con la caña quedándome dormido y con el care` gallo en los ojos mientras Carcass me trataba de despertar. Nunca lo logró. Siempre terminé durmiendo en el auto estacionado en la berma.
Al fondo, por entre un par de desteñidos edificios corporativos lo distingo, lo conozco, lo identifico y paso la bala sin dudar. Enfoco. Disparo. Cae.
Abro la escotilla en la terraza y dejo caer el bolso. El ruido es estrepitoso, sordo, pesado, exagerado. A lo lejos se oye un helicóptero y pienso que vienen por mí. Saco de entre la chaqueta y el chaleco anti-balas la petaca con pisco barato y de un trompetazo la vacío.
El helicóptero aparece de improvisto frente a mi, me llaman por mi nombre, un policía joven y decidido me apunta con su rifle presto a gatillar a la mas mínima señal. Un estruendo como de algo derrumbándose suena a mis espaldas, giro y la voz me dice que no lo haga. Son periodistas apuntando con sus armas, se acercan a mi decididos ante la falta de policías en el lugar, la voz reitera su llamado ahora con la amenaza de disparar. Ella se acerca vigorosa, triunfante, dueña del lugar y las circunstancias. La joven recién se asusta, cuando estando frente a mí la tomo por el cuello y la inmovilizo, su trasero se apodera de mi miembro ya sin ganas de diversión. Con la 9mm en la frente comienza a sollozar y a pedir por su vida, ya nada le queda de decidida. Los flashes me ciegan a veces pero no logran hacerlo por completo, el helicóptero se posiciona en otro lugar como para asegurar el tiro.
Le digo que la amo, que todo esto lo hice para decírselo, que día a día la veo en televisión y sudo, tiemblo, me emborracho con solo mirarla. Se calla y reconoce mi voz. Me pregunta si soy un tal no se cuanto. Le digo que no soy ese tal no se cuanto. Aunque al parecer lo soy. Me aventuro y le beso el cuello. La voz reaparece, ella me dice que hablemos, que me entregue, le pregunto si sabe quien es el que cayó de un certero disparo en la nuca. Comienza a temblar y se congela, reconoce el lugar, el edificio y los pequeños pasadizos que en la superficie son importantes avenidas, solloza y dice porque, le respondo que era necesario. Se voltea y me mira, es preciosa, mas que en la tv, y mas que cuando compartíamos sala de clases en la facultad, el helicóptero empieza a voltearse y una horda de uniformados corre por la terraza a mi encuentro, me dicen que todo está terminado, que la libere. La suelto. Cae de rodillas y se queda en el suelo sollozando. La voz y las voces me dicen que me entregue. Le apunto a su cabeza donde yace a mis pies y grito que esto recién comienza. Entonces siento el frío y metálico impacto cortar el flujo de mis venas y la sanguinolenta musculatura de mis carnes internas. Caigo de espaldas y el sol me sonríe y de entre todo el calor que emana de mi pecho presiono el interruptor que ataba mi cordura. Y mientras el temblor llega y el frío me congela oigo los gritos de terror cruzando el aire y el calor y el fuego se apoderan de la mañana.

2 comments:

Les Ombres d'Aquitaine said...

MAGNÁNIMO!!
Nada más que decir.
Oye, voy a trasnochar ahora, te voy a mandar al correo las direcciones del blogg aquel a crear, cuidate y un abrazo.

verónicabas said...

La historia esta solida muy buena, a lo mejor muy adornada con algunas palabras muy rebuscadas, pero en general uno puede ver la escena perfectamente.

Saludos!!